“La masculinidad tradicional nos enferma tanto a hombres como a mujeres”

Entrevistamos a Juan Manuel Feito Guerrero, miembro de Piper Txuriak, sobre las nuevas masculinidades.

Juan Manuel Feito Guerrero, miembro de Piper Txuriak

¿Qué son las nuevas masculinidades?

Cuando decimos nuevas masculinidades, nos referimos a un cambio de lo que tradicionalmente hemos entendido por “ser un hombre” en esta sociedad y cultura. El “hombre normal” está siendo cuestionado por lo que se ha llamado “nuevas masculinidades”, y esto es algo que sucede en la mente de un gran número de personas. Por ello, podemos decir que el modelo de masculinidad tradicional está en crisis, y no porque haya un nuevo modelo que se quiere implantar, pues en realidad no lo hay, sino porque las características de ese “hombre normal, adecuado, correcto” han dejado de ser un referente interesante para una parte importante de la sociedad, tanto hombres como mujeres.

Las nuevas masculinidades suponen una oportunidad para que los hombres vivamos nuestra vida con más libertad y amplitud. Nos permite comprender cuáles han sido los mecanismos socioculturales ocultos (y a menudo sutiles) que nos han arrastrado hacia una determinada manera de comportarnos, sentir, desear, pensar, relacionarnos, etc. Mecanismos que empiezan a funcionar desde nuestro nacimiento y que se convierten en un patrón a copiar y reproducir si es que queremos encajar en la “normalidad”, para así ser aceptados y evitar que nos castiguen o excluyan.

No hay una sola manera de ser hombre, igual que no hay un único traje con el que vestirnos. La masculinidad ha significado para nosotros vestir un “traje” que no nos queda bien, que nos comprime y a menudo nos ahoga. Nuevas masculinidades significan detener la marea que nos arrastra y poder elegir la persona que queramos ser.

¿Cómo ayudan las nuevas masculinidades a impulsar la igualdad entre hombres y mujeres?

Las nuevas masculinidades confrontan la parte más dura, peligrosa, insana y destructiva de lo que se ha considerado como “masculino”, pues su objetivo es que la humanidad transforme todo eso en algo beneficioso y positivo para todas las personas y para el planeta. Son atributos, roles y tendencias asignados históricamente a los hombres por parte de nuestras sociedades y cultura.

Los siguientes podrían ser algunos ejemplos de ello: la ideología sexista y las formas de discriminación y violencia contra las mujeres; las relaciones basadas en el vencer, ganar o perder, el dominio y el ser más que la otra persona; evitar muestras de sensibilidad, delicadeza, dulzura o empatía; prohibirnos la cercanía y amor con otros hombres; mantener relaciones con un vínculo superficial; creer que a los hombres nos debe interesar la violencia, la guerra y las armas; negarnos el sentir miedo, y en consecuencia ponernos ante situaciones de riesgo innecesariamente; estar al mando de todo y tener el control de todo; aceptar la represión de nuestro llanto, debilidad y vulnerabilidad.

Como consecuencia de este trabajo de revisión y transformación de nuestra propia vida, la tendencia es que los hombres adoptemos formas de pensar y de comportarnos que promueven la igualdad con las mujeres y la no aceptación de ninguna forma de discriminación y maltrato. Así, poco a poco vamos integrando una masculinidad que necesita caminar junto a ellas y cooperar con ellas, pues entendemos que
lo que les beneficia a las mujeres también nos beneficia a nosotros. En ese camino perdemos privilegios, porque estos están basados en algo injusto y perjudicial para todo el mundo. En ningún caso perdemos derechos, sino al contrario, pues gracias a la igualdad nuestras necesidades también son tenidas en cuenta y ganamos en bienestar personal. Entendemos que este proceso se trata del progreso humano y no de una lucha contra nadie, ni de un defenderse de nadie.

¿En tu experiencia como formador en nuevas masculinidades, qué progresos observas en los hombres que acuden a los grupos de hombres. Hemos avanzado hacia las nuevas masculinidades?

Estamos realizando esta entrevista; probablemente hace diez años esto no habría sucedido. Se ha convertido en algo habitual que se demanden actividades dirigidas a hombres, con el objetivo de que puedan hacer una revisión sobre su vivencia como hombres desde una perspectiva de género. Hace una década esto no sucedía. La demanda de este tipo de trabajo es creciente.

Los hombres participantes en nuestras actividades se asoman a algo que antes ni se habían planteado. Comienzan a cuestionarse sus creencias sobre lo que consideran “natural” en su propia forma de ser. Gracias a ello se despierta el interés por mirar más allá y descubrir hasta qué punto “visten un traje”, cuando ellos creían que ese traje era su piel. Bajo un montón de mandatos sobre cómo encajar en “la caja del hombre normal”, empiezan un proceso de encontrarse consigo mismos. Un paso fundamental para tomar decisiones que le lleven a cambiar como persona.

¿Desde nuestra federación hemos apostado por la formación en nuevas masculinidades para hombres de nuestra base social. ¿Cómo valoras la experiencia de formación con hombres de nuestra base social?

Un hombre no nace, se hace. Y debes demostrarte a ti mismo y a los y las demás que eres “un hombre de verdad”, porque “das la talla” para ganarte tal cosa. Esta masculinidad tradicional es una carrera agotadora para llegar a una meta inalcanzable, y en el camino te dejas la salud y la vida, además de la felicidad y satisfacción por el mero hecho de ser tú mismo. Es una masculinidad que nos enferma, tanto a hombres como a mujeres.

Es por esto que los hombres de vuestra base social, como cualquier otro hombre, agradecen profundamente este trabajo, pues son hombres que han “fracasado” en el intento de convertirse en hombres “normales”, que no han tenido éxito en esa carrera de fondo, y que la presión asfixiante para “dar la talla” como hombres ha acabado con su gozo por vivir. Una vía de esperanza y sanación se les abre cuando comprenden mínimamente que este proceso de “normalización” y “masculinización” ha sido una de las causas principales de su malestar personal. Entonces vislumbran la posibilidad real de que ellos no han “fallado”, sino que la masculinidad cultural (ese “producto” que les obligaron a comprar) es el fallo. Esta nueva “lectura” de sus propias vidas les abre una vía para mirarse con más amor y aceptación a sí mismos. Y generar algo así me transforma profundamente también a mí.

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