¿Cuál ha sido tu experiencia propia en salud mental?
El diagnostico no me llegó hasta los 38 años, pero mirando hacia atrás me doy cuenta de que ya tenía problemas. Mi primer intento de suicidio fue a los 9 años; no encajaba. He sufrido abusos sexuales siendo muy joven, y he tenido dificultades para sobrevivir porque tenía un sueldo muy pequeño. Soy portuguesa y me hablaron de España, que había acceso a otros tipos de trabajo y podías tener una vida mejor, pero cuando llegué aquí me encontré metida en la trata de blancas y perdí mi libertad. Me encontraba sola porque carecía de apoyos. Tras cinco años conseguí salir y he podido estudiar y ser madre. Tengo una hija que ahora tiene 25 años. A los 33 años de edad me diagnosticaron una fibromialgia y, posteriormente, empecé un periodo de dos años en el que estuve en la puerta giratoria de los hospitales psiquiátricos.
¿Cómo ha sido tu acercamiento al movimiento asociativo de Salud Mental Cataluña?
Tenía muchos prejuicios contra las asociaciones; me parecía que yo no tenía ese problema, que yo era diferente, pero estaba totalmente equivocada. Comencé a ir a un grupo de personas con experiencia propia en salud mental, y a partir de ahí cambió mi vida. En este grupo se apostaba por la formación como vía para empoderarse. Así, me formé como portavoz y aprendí sobre nuestros derechos, hasta que un amigo me pidió que le acompañara a una charla en un instituto y ahí empezó mi activismo.
Desde Salud Mental Euskadi, hemos trabajado desde hace muchos años el tema de las mujeres con problemas de salud mental, la discriminación múltiple y el tema de la violencia machista. Llevamos tiempo visibilizando esta realidad. ¿Qué podemos hacer para avanzar en la igualdad de las mujeres con problemas de salud mental?
Lo que os voy a decir ya lo estáis haciendo: visibilizar, visibilizar y visibilizar, además de formar a profesionales. Muchas de nosotras nos hemos sentido ciudadanas de segunda, al no ser conscientes de nuestros derechos. Hasta teníamos que estar agradecidas a nuestros maltratadores porque sobrevivíamos gracias a ellos. Hay mujeres muy preparadas, licenciadas, y sin embargo, los trabajos que se ofrecen a las mujeres con discapacidad son precarios. Otro aspecto importante es que las mujeres no llegan a los recursos, y hay que preguntarse por qué sucede así.
¿Qué te parece la Red estatal de Mujeres de Salud Mental España?
Me parece la cosa más maravillosa que he conocido, aunque no soy imparcial. A mí me ayudó mucho la red. Lo de los abusos sexuales, lo de la trata de blancas, hace poco que lo he podido hablar con mi hija; siempre me sentí muy culpable por acabar ahí. Tanto a nivel personal como de nuestra federación catalana, nos ha servido de ejemplo porque nos hemos dado cuenta de que la solidaridad entre las mujeres es muy importante. Todavía hoy hay muchas mujeres que participan con nosotras pero que no son capaces de hablar en público. Aun así, es importante darles su espacio, y para eso esta la Red Estatal de Mujeres, que reúne a mujeres maravillosas de todas las comunidades autónomas. Tanto que desde nuestra federación hemos copiado el modelo y ahí estamos.
Nuestra referencia en violencia contra las mujeres con problemas de salud mental es la investigación que realizamos, cuyos datos hablan de que un 80% de las mujeres con problemas de salud mental ha sufrido violencia a lo largo de la vida, que un 40% de las mujeres no la identifica como tal y que en un 50% de los casos la persona profesional de referencia no conocía la situación de violencia machista que sufría la mujer a la que atendía. Como reflexión, vemos que la dificultad está en la detección de la violencia machista. ¿Cómo lo veis desde Cataluña? ¿Qué estáis haciendo allí?
En Cataluña, desde los grupos de mujeres, hemos creado grupos de autoayuda, unos gestionados por las propias mujeres participantes y otros por profesionales. Cuando se proporciona un espacio de confianza y seguridad, donde ellas no se sientan juzgadas, sale esa información tan delicada. Eso nos pasa mucho en los grupos de ayuda mutua donde no hay profesionales. Verbalizan sus problemas con mayor naturalidad cuando encuentran este espacio, porque muchas veces estas cosas no las pueden compartir ni con la familia ni con las personas profesionales. También tienen miedo de las represalias. Entonces, en los grupos, al ser confidenciales, intentamos hablar desde nuestra experiencia, y cuando la mujer se empieza a dar cuenta que está sufriendo este tipo de violencia, la derivamos a profesionales que puedan acompañarla.
Muchas veces la mujer tampoco quiere poner una denuncia, porque eso podría suponer quedarse sin la custodia de los hijos. Hay que tener en cuenta todo el contexto de la mujer, ver qué soporte tiene o no tiene y adaptarse a su ritmo.
Realizamos plenarias, donde nos reunimos mujeres que gestionamos grupos y profesionales, y ahí exponemos casos y analizamos cómo podemos ayudar. Hay que tener mucha paciencia, porque cada mujer tiene que reconstruir sus tiempos; hay que apoyarla y ayudarla a subir su autoestima, que sepa que no está sola, acompañarla y también para escucharla. Es muy importante la escucha activa, y es ella la que tiene que decidir. También sabemos que a veces, para las mujeres con problemas de salud mental, es muy difícil acceder a los recursos de acogida.
¿Qué nos puedes contar del trabajo que realizáis en los grupos de mujeres de Salud Mental Cataluña?
Empezamos en 2019 entre siete o nueve mujeres, y actualmente somos más de trescientas. Nos pilló el Covid, que paró muchas cosas, y empezamos a ver que las mujeres por tema de conciliación de trabajo y cuidados tenían dificultades de acceder a estos encuentros. Por ello, empezamos a generar espacios accesibles para que pudieran participar y organizar grupos de ayuda mutua online. De esta manera, también conseguimos dar accesibilidad a las mujeres del medio rural. Hacemos cuatro reuniones anuales de las mujeres que llevamos grupos junto a las profesionales, y nos formamos para detectar violencias, para conocer nuestros derechos sexuales y reproductivos… Hemos organizado unas jornadas y hemos elaborado un video titulado “derecho a sentir”. Estamos también participando en un grupo de perinatal para acompañar a mujeres antes, durante y después del embarazo.
Además, nos gustaría contar con una figura de asistencia personal que podría apoyar a las mujeres que tengan menor autonomía y acompañarlas en su empoderamiento.
¿Hacia dónde crees que deberíamos orientarnos las redes que defienden los derechos de las mujeres con problemas de salud mental?
Deberíamos hacer hincapié en la visibilización de las mujeres y en crear redes y alianzas entre nosotras, no solo entre quienes tenemos problemas de salud mental sino entre todas las mujeres. Debemos formarnos para poder estar en los puestos de gobierno de las asociaciones. El movimiento asociativo está cambiando y se está orientando en esa dirección. Además, necesitamos presupuestos que nos apoyen.
¿Cómo ves el futuro de las mujeres con problemas de salud mental? ¿Consideras que el avance en la participación será una realidad tanto en el movimiento asociativo de salud mental como en la sociedad?
Yo pienso que sí, porque hay muchas mujeres con ganas de hacer cosas, incluyendo todas las que están por llegar. Porque cuando recibimos un apoyo desde nuestras asociaciones, nos surge la necesidad de devolver lo que nos han dado, tanto las que trabajamos como las que no podemos trabajar y lo hacemos mediante el voluntariado. Así nos sentimos útiles y valiosas, porque nuestra voz es importante, como la voz de todas las mujeres, y tenemos que estar aquí por las que aún no pueden estar pero algún día estarán. Es muy importante que las mujeres nos formemos, que ayudemos a otras a las mujeres a empoderarse y que las acompañemos.
¿Qué les dirías a las mujeres víctimas de violencia machista?
Que no están solas, que busquen ayuda, que acudan a la asociación de su territorio; que muchas hemos estado ahí y hemos salido adelante. Hoy para mí sería impensable mi vida de antes; esa no era yo. Era una parte de mí que no decidía yo, ¡y es tan bonito poder decidir sobre una misma!